“Es difícil ser humilde”, dice una vieja canción, “cuando eres perfecto en todo”. Por supuesto, muy pocas personas creen que son perfectas en todo, pero aun así puede ser difícil ser humilde, especialmente cuando vives en una sociedad que fomenta la competencia y la individualidad. A pesar de esto, en esta cultura, la humildad es una virtud importante también. Aprender a ser humilde es de primordial importancia en la mayoría de las religiones y tradiciones espirituales, y la humildad también puede ayudarte a tu desarrollo personal y a disfrutar mejores relaciones con los demás.
Valora a los demás
1. Valora los talentos y las cualidades de los demás. Ponte la tarea de observar a los demás y aprecia qué pueden hacer y, a un nivel más general, aprende a valorarlos por su forma de ser. Acepta que cada uno es diferente y aprovecha cada oportunidad que tengas de conocer personas diferentes. Seguirás teniendo los mismos gustos personales, pero puedes entrenarte para separar tus opiniones de tus miedos. Así apreciarás a los demás más y serás más humilde.
Ser capaz de valorar los talentos y las cualidades de los demás podrá asimismo lograr que reconozcas las cualidades que quieres mejorar o alcanzar para tu persona.
2. Deja de comparar. Es prácticamente imposible ser humilde si se está buscando ser el “mejor” o más hábil que otros, más bien puedes intentar describir las cosas de manera objetiva. En lugar de decir que alguien es el mejor guitarrista de la historia, expresa directamente lo que valoras de sus habilidades o puedes simplemente decir que te gusta su estilo interpretativo. Deja de hacer comparaciones inútiles o simplistas y entonces podrás disfrutar el hacer las cosas, sin la presión de ser mejor o peor que otros.
Toda persona es única y es difícil determinar verdaderamente quién es “el mejor” en alguna actividad.
3. No temas ceder ante el juicio de otros. Es fácil admitir que cometes errores y que no eres infalible. Lo realmente complicado es aceptar que, en muchos casos, las demás personas, incluso quienes están en tu contra, puedan tener razón. Ceder ante las exigencias de tu pareja, una ley que no apruebes o incluso, dado el caso, la opinión de tu hijo, llevará el reconocimiento de tus limitaciones a un nivel superior.
En lugar de simplemente “decir”' que admites cometer errores, actúa basado en dicha afirmación.
Obviamente, si sabes que una elección específica es equivocada, no optes por ella. Al analizarlo cuidadosamente, descubrirás que no es usual tener una certeza completa al respecto, como suponías.
4. Busca una guía en textos escritos. Esta es otra manera de valorar a los demás. Consulta textos morales y proverbios sobre la humildad. Reza por ella, medita sobre ella, lo necesario para dejar de centrar tu atención en ti mismo. Podrías leer, por ejemplo, biografías, memorias motivadoras, la Biblia, escritos de no ficción, cuyo tema sea cómo mejorar la vida o cualquier texto que te haga más humilde y te haga valorar las ideas de los demás.
Si no estás muy inclinado a la espiritualidad, puedes valerte del método científico. El conocimiento científico requiere de humildad. Es necesario que te deshagas de conceptos y juicios preconcebidos, así como reconocer que no sabes todo lo que quisieras.
5. Mantente dispuesto a aprender. Encuentra alguna persona que quieras imitar en alguna área y pídele que sea tu mentor. Para ser aprendiz, es necesario desarrollar la capacidad de manejar nuestros límites de comportamiento frente a una autoridad; también la confianza y el discernimiento son necesarios. Tan pronto sientas que lo sabes todo, vuelve a poner los pies sobre la tierra. Estar dispuesto a aprender implica que reconoces que siempre tendrás que aprender más de la vida.
Por ejemplo, podrías ser más humilde al inscribirte en un curso de algo que no conozcas en lo absoluto, tal como alfarería o redacción de guiones, y al saber que permitirás que otros te enseñen.
6. Ayuda a los demás. Gran parte de la humildad proviene del respeto a los demás y éste se puede manifestar al ayudarles. Trata a los otros como tus iguales y ayúdales, porque es lo correcto. Se dice que cuando ayudes a quien no pueda retribuir tu ayuda, habrás aprendido lo que es la humildad. Ayudar a los necesitados también hará que valores tus pertenencias mucho más y te hará menos orgulloso.
Queda demás decirlo: no alardees de todo tu trabajo de voluntariado.
7. Ponte al último. Si estás haciendo cola con tus amigos, recogiendo premios en una galería o están sirviéndose comida de una mesa con muchas bandejas, sé el último en hacerlo. Deja que tus amigos, tus seres queridos, los ancianos y los desconocidos, absolutamente todos, vayan delante de ti en la cola y no corras a satisfacer tus propias necesidades de inmediato. Es más gratificante dejar que los demás tomen lo que deseen y esperar tranquilamente tu turno.
Hazte la siguiente pregunta: “¿Necesito realmente ir primero?”. La respuesta siempre será negativa.
8. Halaga a los demás. Hazle un cumplido sin motivo alguno a alguien que quieras mucho o que apenas conozcas. Dile a tu novia lo linda que se ve hoy; halaga a tu colega por su nuevo peinado o dile a la cajera del supermercado que te gustan sus aros. Incluso, puedes profundizar un poco más y halagar los aspectos importantes de la personalidad de la gente. Por lo menos, haz un cumplido al día y verás las muchas cualidades que tienen los demás.
Céntrate en los atributos positivos de los demás en lugar de buscar siempre sus defectos.
9. Pide disculpas. Si has cometido un error, entonces reconócelo y admite que estás equivocado. Aunque hacerlo siempre es doloroso, tendrás que ignorar tu orgullo y pedir disculpas por el daño que cometiste. Esto le hará entender al otro que lo tienes en gran estima y que reconoces que has cometido una falta. Trágate el orgullo y pide disculpas por tus acciones para demostrarle a esa persona que verdaderamente estás arrepentido.
Cuando pidas disculpas, haz contacto visual para indicar que estás preocupado.
No cometas el mismo error varias veces. Pedir disculpas por algo no te da el derecho a hacerlo de nuevo.
10. Escucha más de lo que hablas. Esta es otra gran manera de valorar a los demás y de ser más humilde. La próxima vez que estés en una conversación, deja que el otro sea el que hable, no lo interrumpas y hazle preguntas para mantenerlo conversando y compartiendo. Aunque debes aportar a la conversación, fórmate la costumbre de dejar que los demás hablen más que tú para que no parezcas que sólo te interesan las cosas que pasan en tu vida.
No te quedes solamente asintiendo con la cabeza ni digas “ajá”; demuestra que estás escuchando a la otra persona verdaderamente.
Haz preguntas para demostrar que estás escuchando lo que el otro dice. No te quedes esperando a que termine de hablar para recién tú aportar a la conversación.